Capítulo 30 - Agua

Garaud entró por el hueco. Cuando no oyó ningún ruido, Miguel entró en el aula de música. Fue hacia la pared donde estaba el hueco. Miguel pensó en entrar, pero no sabía qué había allí dentro. De repente, el muro se cerró delante de sus ojos. Fue hacia la puerta del aula. Justo antes de salir, miró hacia la habitación. Entonces Miguel se percató de algo.
Se acercó al piano y vio algo en el suelo. Lo cogió. Era una foto de Rebeca, su profesora de francés. Miguel se sorprendió tanto, que tocó una tecla del piano. Miguel se apartó del piano. Después de mirarlo un rato, se acercó y tocó otra tecla. Ya se sentó y comenzó a deslizar los dedos por las teclas.

Permaneció un rato tocando el piano. Parecía alegre, aunque su mirada era triste. Parecía como si le doliera tocar aquellas teclas blancas, pero que no podía permitir que dejara de sonar.

Al cruzar la frontera, fue hacia el estanque. El estanque está en un claro que se encuentra en medio del bosque. Se llega por un camino oculto que solo él y sus amigos conocían. Miguel se sentó en una piedra que daba a la charca.
-¿Por qué me está pasando todo esto? ¿Por qué Rebeca sale en una foto?- dijo Miguel.
-Porque todo está conectado.
Miguel se giró, pero no vio a nadie.
-No te gires, estoy en el estanque –dijo la voz.
Se giró y vio a…
-Olivier… -dijo Miguel.
-¿Qué tal estás Miguel? Te veo con mala cara… -le dijo Olivier.
-¿No lo ves? ¡No sé lo que me pasa! ¡No sé por qué tengo estos poderes tan raros! ¡No sé por qué han desaparecido los padres y el hermano de Gaëlle! ¡No sé por qué han matado al alcalde! ¡No sé nada de nada! Y yo cada vez me estoy volviendo más loco…
-dijo Miguel mientras se sentaba en la piedra llevándose las manos a la cabeza
-¿Por qué no vas de uno en uno? No vas a conseguir las cosas haciéndolas todas a la vez. –dijo Olivier.
-Porque no sé por dónde empezar… -respondió Miguel.
-Empieza por el alcalde. –le dijo Olivier- Averigua quién le mató.
-¿Y cómo puedo empezar? –preguntó Miguel
-Ve a buscar pistas
-¿A dónde?
-A la escena del crimen

En ese momento se oyeron ruidos en el bosque.
-¡Miguel! ¡Ya nos han dado las vacaciones! –gritó Stelle a los cuatro vientos.
-¡¡Miguel!! –gritó Gaëlle
Gaëlle corrió a abrazarlo.
-¿Vamos a la playa para celebrarlo? Traigo refrescos–propuso Lucy.
-¡Vale! –afirmaron todos a la vez.

MIENTRAS EN LA SAZ…
Alguien entraba por la puerta principal del hospital. Subió las escaleras. Después de andar por un gran pasillo, se paró en uno de los cristales que daba a la habitación de David.
-Volveré esta tarde... y no sufrirás más…

Capítulo 29 - Aire

No pasó nada. Miguel volvió a dar un puntapié en el suelo, pero todo seguía ahí, en su sitio.
-Miguel, qué quieres enseñarme? –preguntó Gaëlle.
-Quería enseñarte una cosa, pero no sé por qué no me sale… -respondió Miguel
-Mira, Miguel, tengo muchas cosas que hacer –le dijo Gaëlle – si querías estar conmigo me lo podías haber dicho. Adiós.
Y se fue. Miguel se quedó sólo en la playa.

AL DÍA SIGUIENTE
Miguel estaba tumbado en su cama. Eran las 8 de la mañana. Se aburría. Ya le habían dado las vacaciones de Navidad, pero a sus amigos del pueblo no. No había dormido casi nada en toda la noche. Seguía pensando y divagando qué pudo pasar el día anterior, y quién mató al alcalde.
Mientras estaba en su mundo de dudas, oyó el ruido de un motor. Miguel corrió a asomarse a la ventana. Vio como un hombre se metía en un coche. Miguel bajó corriendo las escaleras y salió fuera. Se montó en la bici y salió detrás del coche.

Al rato el coche paró en la frontera. Miguel no llevaba ni DNI ni pasaporte. El hombre abrió la ventanilla y en ese momento Miguel le vio a través del retrovisor: era el detective Garaud. Se quedó pensando y vio que en la garita de los gendarmes estaban las llaves puestas por fuera. El gendarme se metió dentro. En ese momento Miguel lanzó una ráfaga de aire que cerró la puerta. Miguel sabía que no se podía abrir la puerta sin llave. Después del coche, Miguel pasó con la bicicleta.

Llegaron a Querol. El coche se paró en el instituto. No había nadie en la calle. Todas las tiendas estaban cerradas, y no se movía nada salvo las hojas de los árboles del paseo que estaban esparcidas por el suelo. Es más, parecía una ciudad fantasma. Garaud salió del coche. Llevaba consigo una carpeta Mirando a todas partes, entró al patio. Miguel le siguió.
Garaud atravesó todo el patio nevado y se fue por la puerta de atrás. O eso creyó Miguel, porque el detective siguió caminando. Miguel le seguía sigilosamente.

Entraron dentro. Garaud se dirigió a la sala de música. Miguel se puso en la ventana. Garaud se agachó. No se veía nada más. Entonces sonó un ruido. Una pared se movió, dejando ver unas escaleras…